EspiritualidadCarisma/3. Vocación y espiritualidad misionera
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3. Vocación y espiritualidad misionera
- Además de la vocación misionera que todo cristiano adquiere en el Bautismo, existe una vocación misionera peculiar o especial que el Espíritu inspira en los diferentes estados de vida: laical, de vida consagrada, sacerdotal. Aunque todo discípulo de Cristo hereda la misión de propagar la fe según su condición. El Señor Jesucristo llama de entre sus discípulos, a los que Él quiere y los envía a predicar a las gentes[Notas 1].
- “El Espíritu Santo distribuye los carismas para bien de la Iglesia, e inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno suscitando en la Iglesia Institutos, que reciben como misión propia el deber de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia”[Notas 2].
- La vocación y la disponibilidad misionera de cada Instituto en la Vida Consagrada es inherente a su carisma: “Aviven la gracia de su carisma específico y emprendan de nuevo con valentía su camino, prefiriendo los lugares más humildes y difíciles, con espíritu de fe, obediencia y comunión con los propios pastores”[Notas 3].
- “La espiritualidad misionera de la Iglesia es un camino hacia la santidad”[Notas 4]. Si la santidad es la perfección de la caridad, en lenguaje misionero se puede concluir que perfecto o santo, es el que piensa en la salvación y el progreso de sus hermanos.
El fruto de la misión depende en gran parte de la contemplación. “El misionero si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble”[Notas 5]. “Lo que contemplamos… acerca de la Palabra de vida, os lo anunciamos”[Notas 6].
- Es espiritualidad de inserción, es “encarnación” en la realidad social y antropológica de los lugares y culturas donde anunciamos el Evangelio de Jesús, a imitación del Hijo de Dios que asumió en todo nuestra condición humana menos en el pecado.
- “Sólo una espiritualidad misionera auténtica podrá hacer un buen discernimiento de las semillas del Verbo que Dios ha sembrado en todas las culturas y religiones, para llevarlas a su madurez en Cristo, por la acción del Espíritu Santo”[Notas 7].